Y no se por que, en estos días, después de tantos otros, me
acuerdo de ti.
Y cuando siento esa presencia tras de mi, cuando pienso que alguien
acompaña mis pasos, me acuerdo de ti.
Cuando suena el despertador por la mañana, cuando el aroma del
vaso de leche con colacado llega hasta mi nariz y hace que en mis labios se
refleje una sonrisa. Cuando miro al enorme gatomon que se sentado sobre el
mueble de mi habitación espera a algo que no ha tenido la decencia de contarme.
¿Por qué después de tanto tiempo los recuerdos siguen
apareciendo sin más? Cada vez más lejanos, cada vez más certeros, cada vez más
y más dolorosos si cabe. Y es que con el tiempo nos hacemos a la idea, a esa
triste idea, de que aquello que pasó nunca volverá. Que esos momentos quedaron atrás,
que jamás podremos volver a ellos. Que la vía del tren se aleja en la distancia
y el tren sobre el que tu vas solo tiene una dirección y aquel pañuelo que dejaste
caer en la estación anterior, aquella persona que se bajó en la anterior parada…jamás
volverá a tu lado.
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